Cuando pienso en la magnífica
obra de Rita Martorell, lo que primero viene a mi mente es la pintora,
la persona, pues no se entenderá completamente la obra de
un artista si no conoces nada de su vida o de su historia.
Yo tuve la suerte de conocer a la joven pintora catalana posando
para ella en Estrasburgo y ahí pude comprobar su enorme vocación
y observar su, digamos, transformación, mientras pintaba,
y no digo mientras trabajaba, porque aquello no era un quehacer,
era como si estuviese recibiendo el influjo de lo que debe ser la
inspiración.
Rita Martorell lleva la pintura en la sangre por vía de su
madre, pero es que, además, es pintora por vocación.
La Real Academia de la Lengua dice que vocación es: “
Inspiración con que Dios llama a algún estado, especialmente
al de religión”. Pues bien, a nuestra artista la llevó
esta vocación al Arte, así, con mayúsculas,
y además creo que ella es consciente de aquel aforismo Hipocrático
Ars longa, vita brevis. Por ello se esfuerza sin descanso buscando
su meta y aunque su recompensa será grande al triunfar, tengo
la impresión de que le sucederá lo que decía
un crítico de un gran escritor ya fallecido: “ pero
gracias a Dios, nunca quedará satisfecho. Es uno de los elegidos”.
G.Fernández Albor
Ex – Presindente de Galicia
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